Este año hicimos una colaboración con Mitu Rozenmuter. La idea inicial eran fotos, pero platicando entre nosotras para ponernos al día, terminamos hablando sobre la transformación (vida) en sí.
Yo tenía un rato con la cosquilla de hacer algo nuevo con el blog para involucrar a más personas en el blog Corachón, así que no podría pensar alguien mejor que Mitu para escribir la última entrada de este año.
Gracias, Mitu, por abrir tu corazón. Las invito a que ahora abran el suyo para leer las palabras que nos regaló:
Las celebraciones de fin de año suelen ser una época de reflexión y remembranza de las experiencias vividas y las decisiones tomadas a lo largo del año. En este ejercicio, algunas ocasiones, preferimos dejar de lado o evitar aquellos sentimientos y pensamientos de insatisfacción, dolorosos o desagradables que tuvimos durante el año. Solemos olvidar la fortaleza que tuvimos al afrontarlos, que estamos en ese camino o que incluso, nos impulsaron a algún tipo de crecimiento.
Una vez leí una frase que decía algo así como “por cada expansión de consciencia hay un precio que pagar porque no podemos ser más sensibles al placer sin ser más sensibles al dolor” y resonó mucho conmigo porque me recordó lo duro y satisfactorio que fue el año pasado para mí.
Pasé por situaciones completamente movilizantes como mudarme sola, me fracturé la muñeca y vino acompañada de una infección y varias intervenciones quirúrgicas, se murieron mi perra y mi gata de la infancia, me echaron del trabajo, viajé a la India, empecé una relación… En fin, un montón de procesos que vinieron acompañados de mucha expansión e introspección personal. De dejar ir de mí todo aquello que me estaba lastimando para poderle dar paso a otra versión mía, una versión que ya sabe lo que es conectar con el dolor profundo y renacer, una versión que ahora sabe qué sucede del otro lado del miedo.
Y compartiendo estos procesos con mi mejor amiga, ella me contaba que había pasado por situaciones emocionales similares pero que encontraba muy liberador haberse roto porque en ese quiebre, también rompió el molde que la contenía, y que ahora nos tocaba volver a armar otro molde, uno que nos quede mejor a estas nuevas versiones nuestras, donde nos vuelva a ser cómodo y seguro.
Por lo mismo, puedo constatar que no existe libertad sin ruptura y que enfrentarse y atravesar lo que una más teme también es desprenderse de ese miedo y en esa sabiduría habita una liberación enorme.
Ahora toca dar nuevos pasos y siempre con la memoria y la reafirmación de que lo podemos todo. Que cada vez que pasamos por un gran cambio, estamos viviendo lo que la oruga previo a la mariposa. Que transmutar es parte de vivir. Y el simple hecho de habitar un cambio, implica que hay movimiento.
Nos deseo que en esta danza llamada vida podamos “oruguear” cuantas veces nos sea posible y necesario para que en todas nos encontremos volando como mariposas con las alas adornadas, dejando así huella de lo que fuimos, marcando el paso de lo que nos estamos convirtiendo.